Publicado por Mexico Desconocido - 2 Diciembre, 2019
Pocas ciudades del país pueden decir que viven completamente de la
artesanía. En Dolores Hidalgo, Guanajuato, encontrarás calles repletas de todo
tipo de objetos cerámicos. ¡Te sorprenderán!
Además de
ser cuna de la Independencia, Dolores Hidalgo es una población fantástica
donde innumerables alfareros y ceramistas han hecho de la cerámica de talavera su forma de vida al
trabajarla en diversas formas (algunas caprichosas) y tonos multicolores que
engalanan al México popular país con un hondo espíritu folclórico.
Precios y
diseños para todos los gustos pueden encontrarse a montones si se tiene el
tiempo de recorrer el mercado de artesanías o las grandes bodegas y
almacenes que suelen llevar como marca de su artesanía el apellido de los
propietarios. Desde la entrada, la ciudad es un mosaico donde la vista se
pierde entre los colores de jarrones, aguamaniles, macetones, vajillas,
candelabros, platones, fruteros y demás objetos de cocina y adorno que pueblan
el paisaje. Los irrepetibles diseños son también muestra de la capacidad
de las mágicas manos de los ceramistas que han cuidado transmitir el oficio de
generación en generación.
El presidente de la Asociación de
Alfareros, Delfino Estrada Álvarez, estima que hay un padrón aproximado de
2,300 talleres cuya producción anual alcanza ventas superiores al millón y
medio de dólares. “Estamos hablando de que la alfarería representa el 90%
de la actividad económica de la ciudad, realmente se produce muchísimo, y esta
industria ocupa unas 70 mil personas. El 70% de la producción es para consumo
nacional y el 30% se exporta a Estados Unidos, Canadá y Europa”, explica.
Los niveles de demanda de la talavera han obligado, desde hace unos diez años,
a que los grandes fabricantes sustituyan algunos procesos artesanales como la
utilización del torno para sacar las piezas y la “batida” del barro con los
pies. En su lugar se implementó el molde de yeso y el molino de bola,
respectivamente.
“Al principio se producía la
talavera sólo en color azul y blanco con decorados variables, y ahora los
clientes nos piden diseños diferentes: hay girasoles, alcatraces, aves, frutas,
todos diseños originales, creatividad de los pintores”, afirma Delfino
Estrada. Platica con orgullo que a diferencia de otras regiones del país,
donde no es valorado el trabajo del artesano y se le paga mal, aquí uno de los
obreros gana en promedio mil pesos semanales por una jornada normal de
trabajo. “Fabricar la talavera sí es rentable, es un proceso muy noble y
que gusta mucho a la gente.” La materia prima se extrae de los
yacimientos de barro y arcillas que rodean la ciudad, lo que abarata costos,
pero los esmaltes y colores para la decoración se traen de la Ciudad de México
o de Monterrey.
El secreto de la elaboración
Cada
pieza lleva un proceso de elaboración de entre 12 y 15 días, según explica Juan
Aguilar Correa, uno de los más destacados fabricantes. Al llegar, el barro es introducido en bruto en
unos molinos de bola, y se le agrega pasta cerámica que da más resistencia al
material. Luego de unas 16 o 18 horas, el barro sale en forma líquida y se
cuela por unas estructuras de mallas metálicas para quitarle grumos e
impurezas. Posteriormente se procede al “vaciado”, es decir, se coloca el barro
líquido en moldes de yeso según la pieza, y en donde el molde absorbe la
humedad haciendo que la pieza ensanche hasta tomar el grosor necesario para
sacarse y poder ser manejada. La duración de este proceso depende del tamaño y
del tipo de pieza que se trate.
Cuando las piezas se han secado
totalmente y se han sacado del molde, cada una es revisada y se “lijan” los
bordes y aristas en lo que se llama el precortado. A continuación, con una
esponja humedecida en agua se pule la pieza manualmente para quitarle las
impurezas y tapar porosidades. Después se introduce en un horno de gas
donde se quema durante seis horas a una temperatura de 850ºC, en
promedio. Al salir, las piezas se seleccionan y por inmersión manual se
realiza el vidriado o esmaltado, en cuya capa se pintarán las figuras. Esto
constituye el proceso de decoración y es donde el artesano utiliza toda su
creatividad. Los diversos colores se aplican con pinceles especiales, y al
término de la decoración se pasa a la última quema (el cargado) a más de mil
grados centígrados, lo que hace que los colores cambien de tono y se fijen al
material.
Más que artesanía
La región
de Dolores Hidalgo se conocía como Cocomacán, que significa “lugar donde se
cazan palomas”, y era habitada por chichimecas. La región fue colonizada
durante el régimen del virrey don Martín Enríquez de Almanza (1568-1580), quien
fundó la Congregación de Nuestra Señora de los Dolores. Vacacionar en la ciudad es
también una grata experiencia, pues a la par de su potencial artesanal, cuenta
con varios atractivos turísticos de carácter arquitectónico, cuya visita no se
puede perder. Es recomendable acudir al Museo-Casa Don
Miguel Hidalgo, donde
habitó el cura y que era conocida como Casa del Diezmo. En su interior se exhiben objetos,
muebles y documentos de la época de Independencia.
El Museo
de la Independencia está
construido en lo que fuera la cárcel, y actualmente exhibe una semblanza de
don Miguel Hidalgo y otra del compositor José
Alfredo Jiménez. Sobresalen
también los edificios de la Parroquia de
Nuestra Señora de los Dolores, de la Asunción, el Templo de la Tercera Orden, la
Casa de Visitas, la de Abasolo, el Monumento de don Miguel Hidalgo, el dedicado
a los Héroes de la Independencia, la Hacienda de la Erre y el Mausoleo de José
Alfredo Jiménez. Deléitese también con las famosas nieves de exóticos
sabores como camarón, mole, pipián, elote, aguacate y mantecado, entre otras,
que puede comprar alrededor del centro histórico.